Por la lágrima que llovizna sobre mi colección de mapas,
por el minuto de silencio que escondí en mi bolsillo,
por dudar de la geográfica invasión del dolor…
-me declaro culpable-
Por desvestir los miedos de mi madre
y colgarlos en los hilos de su siesta –donde no estorban-
por el abrazo inconcluso que regalé a mi padre
en el eterno intento de no dejarlo ir
-me declaro culpable-
Por suspirar en la ruta a 90 km por sueño,
por saludar al mar
como a un viejo amigo
que no me recuerda
-me declaro culpable-
Por dejar que mis pestañas
se lluevan en pentagramas,
por ordenar mis instintos
en el cajón insalvable de mis pasiones,
-me declaro culpable-
Por interdictarme bruja
en los asuntos sagrados,
por cerrar con insomnios
las pupilas de mis gatos,
por consagrar el humo
y santificar las cicatrices
-me declaro culpable-
Por cometer poesía
mínimamente con mis ojos
y agudizar el olfato
y degustar el hastío
y procurar el abrazo
-me declaro culpable-
¡Soy culpable Señor Juez!
Habilíteme la celda
-eso sí- con ventana, por favor,
es necesario,
para mi insalubre vocación
observar el sol profiriendo
sus premuras a la luna
¡Soy culpable, Señor Juez!
Interrógueme con ganas
-eso sí- solicito la presencia de un poeta de oficio,
prometo no hacer silencio
haga uso de todo lo que no diga
en mi contra
o en la suya,
prometo guardar la compostura
-en mi bolsillo hay lugar-
¡Condéneme Señor Juez!
-Pero con vista al mar- por favor,
condéneme con ganas.
Acepto todos los cargos
-Impúteme una playa-
Dígame dónde le firmo
Si es un crimen querer ser poeta
y amarrarme a la lucha
y abrazar a mi padre
y bailar con mi madre
y volver a verme en los ojos de mis gatos
y hacerle muecas al espejo del absurdo
y exorcizar la sangre de todas las fronteras
y dejar de tener miedo
y cantarle a la muerte
y lanzarme al amor
y a su desidia…
Hoy, Señor Juez,
asumo los castigos
-Y me declaro culpable-
por amar tanto la vida.

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