jueves, 15 de febrero de 2018

QUEMA

Cuando tuvo la melancolía embriagada,
le concurrió una soledad tan sobria… 
tan sola... tan tonta,
que dejó venir los pájaros que anuncian el olvido,
y dejó salir los gestos que repujan bienvenidas,
y se empujó al deseo de un lunes que no cantaba
y demandó a los sueños que le habían roto en el ascensor

Cuando contrastó las sinuosas palabras del libro,
se dejó caer en el acorde de su viento,
se llenó el alma de invisibles abrazos
y buscó el fantasma para donarse a destiempo.

Encendió la cerilla,
en ese impulso inexplicable de querer quemarlo todo
encendió su tristeza 
y sus lágrimas se hicieron nudos
mientras atoraba las palabras 
en las cenizas del último aquelarre.

Dejó las ganas trabando la puerta,
mientras las llamas devoraban su canción de cuna
mientras se perforaban sus difuntos y fantasmas.

Encendió la cerilla en una tarde de verano
quiso romper en fuego el llanto
quemando lo soportable
haciendo trizas el deseo que no espera.

Cuando había consumido todo,
se apuntó al viaje siguiente
dejando en cenizas el nombre que había sido…

-No hubo despedida-

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