Hace algún tiempo
fui un gato,
ronroneaba angustias al frente de la noche,
caminaba en puntillas sobre la orilla del tiempo,
me bebía la vida mientras calculaba el salto,
maullaba una que otra premonición
Hace algún tiempo,
aprendí a cazar el alma en la limonada,
aceché en la letra
y en el track para el camino,
escalé otro árbol,
musité otro libro
olvidé que los mapas se leen al revés
caminé en contrasentido
y me bañé de noche en un vodka sin hielo
Hace bastante tiempo
no divagaba sobre lágrimas,
no dejaba huellas en ninguna playa,
ni jugaba con la esfera que controla el equilibrio.
Alucinaba en la promesa siguiente
y me lamía las penas en una estación de autobús
Sin sentirlo
me fui enredando entre las burbujas,
la risa de los niños,
el saxofonista de la calle,
la hierba de los buenos días,
la caricia de las buenas noches
la playa,
los mapas,
el vodka,
la noche sin hielo,
el track en el árbol,
la orilla del salto,
la letra inconclusa.
Hubiera preferido seguir siendo un gato,
Pero nunca aprendí a caer de pie
Las palabras en juego, los sentimientos, las emociones, los miedos, el devenir de los días y las noches. Escribir con el alma, no forzar, no esclavizar: ser, dar, fluir. Ir contra corriente y también saber disfrutar la marea desde la playa. Estas líneas son mi sangre, mi impulso, mis silencios, mis ambigüedades, mis ingenuidades, mi mapa, mi ruta, mi huella, mi aporte en la coreografía que implica vivir y morir un poco cada día. Comparto con todo el amor que me impulsa a escribir.
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