de humanos,
de tristeza,
de mundo
Tuve una fiebre por ausencia
a 39 grados de familia,
38 y medio
de poesía
Tuve estornudos y mares,
seguidos de dolor de alma.
Tan sólo tuve lucidez
para pensar en la poca lucidez de esta humanidad
que no se salva ni por mérito,
ni por nombre,
ni por ansias
ni por futuro,
ni por infancias,
ni por oraciones,
ni por salvaciones,
ni por búsquedas en otros planetas,
ni siquiera por error se salva.
Fue una infección de salvajismo,
una falta de aire,
una sola falta de todo.
Todo indica que fue una infección,
un virus televisivo
que carcomía las esperanzas en las fronteras de mi patria.
Me vi en el espejo contracturado
de mis 33 insomnios
con 39 grados de discontinuidad.
me descontrolé en escalofríos
que susurraban cuerpos arrojados al mar,
como si fueran moneditas sin valor
de un deseo maldito,
como si fueran basuritas arrojadas a una fuente
que no aparece en ninguna postal de coleccionista.
Abrí y despegué mis pestañas
mientras la fiebre se quedaba en la almohada
a 39 grados de familia
y 38 y medio
de dolor de mundo.
El malestar siguió deambulando
en mis pañuelitos de bolsillo
-que por suerte, son descartables-
con 39 grados de discontinuidad.
me descontrolé en escalofríos
que susurraban cuerpos arrojados al mar,
como si fueran moneditas sin valor
de un deseo maldito,
como si fueran basuritas arrojadas a una fuente
que no aparece en ninguna postal de coleccionista.
Abrí y despegué mis pestañas
mientras la fiebre se quedaba en la almohada
a 39 grados de familia
y 38 y medio
de dolor de mundo.
El malestar siguió deambulando
en mis pañuelitos de bolsillo
-que por suerte, son descartables-
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