Encontrar la manera,
Ir donde al andar le plazca,
desacralizar el nombre,
articular de nuevo la lluvia
entre las palabras que saben caer.
Olvidarse de agotarse
y desagotarse,
desamoldarse los ojos sin agachar las pestañas,
gesticular en elogios sobre lo que para hoy importa.
Encontrar la manera,
colorearse el alma,
como uno de esos mandalas proféticos
que esconden la felicidad en el penúltimo trazo.
Desmarearse en este último sorbo de lluvia instantánea,
encontrar la manera,
y una y otra vez deshacer ese nombre
dando campo,
otorgando espacio y promesa
al mío propio
que sabe renacer
después de la última noche.
Las palabras en juego, los sentimientos, las emociones, los miedos, el devenir de los días y las noches. Escribir con el alma, no forzar, no esclavizar: ser, dar, fluir. Ir contra corriente y también saber disfrutar la marea desde la playa. Estas líneas son mi sangre, mi impulso, mis silencios, mis ambigüedades, mis ingenuidades, mi mapa, mi ruta, mi huella, mi aporte en la coreografía que implica vivir y morir un poco cada día. Comparto con todo el amor que me impulsa a escribir.
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